lunes, 23 de abril de 2018

El tipo del espejo

En esta fosca habitación de hotel
hay un espejo colocado de tal modo
que parece verlo todo.
En cuanto me levanto de la cama
noto que hay alguien que se mueve en él 
y me mira cuando yo lo miro.
Siento pudor.
Me voy al baño y regreso 
con la cara lavada y perfectamente peinado:
ya soy capaz de mirar de frente al del espejo.
El muy impertinente se me parece,
pero es menos interesante que yo,
si bien en apostura me aventaja.
Aunque parece, a ratos, 
uno de esos personajes medio fatuos
que van andando por ahí como
si estuvieran mirándose al espejo.

Bajo la vista y observo un viejo secreter de madera,
de esos que tienen una Biblia en el cajón
y una carpeta de pseudopiel encima,
con cuartillas en blanco con membrete,
el del hotel, en su interior.
Siempre tengo tentaciones de escribir
en una de esas cuartillas
que los hoteles dejan gentilmente 
a disposición del huésped.
A veces, incluso, me siento ante ellas,
pero entonces no se me ocurre nada.
El tipo del espejo observa mi cara de desencanto.

Descorreré las cortinas.
La luz exterior desafía y vence a la interior.
Tomo una botella de agua del frigorífico,
es de un famoso manantial escocés.
Ligera, fresca, transparente.
Un agua excelente, a buen seguro,
para echar un chorrito a un whisky añejo.
Bebo. La sed se desvanece. Siento placer.
El tipo del espejo me sonríe.

Me visto. La chaqueta me cae bien.
La calle me espera.
En el espejo veo una mirada de ilusión.
El curioso que me observa en ese vidrio
sabe que tengo todo el día por delante
en una ciudad que bulle vitalmente.

Por la noche, cuando vuelva,
me sentaré ante el secreter
y escribiré una carta,
tal vez a mí mismo,
relatando algún momento de la jornada,
quizá una pequeña experiencia inesperada. Quizá.

Hasta luego, espejo. Nos vemos por la noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario