Pasan hojas secas
y algunas ramas rotas
por el río,
río abajo.
Desaparecen casi todas las huellas
de la tempestad.
mientras una calma absurda
envuelve nuestros cuerpos
aun temblorosos.
Hemos perdido la casa y el huerto
y parece que estamos sin nada,
pero no es así: tenemos miedo y rabia.
El miedo nos alertará de nuevos peligros
y la rabia nos librará de la indolencia.
Tomaremos pronto un camino,
el que nos lleve a otras llanuras de sensatez.
Allí encontraremos donde parar.
Construiremos entonces una casa nueva,
que mantendremos limpia y ordenada
para gozar en paz de la fecundidad de las ideas.
Hasta que nos sorprenda la próxima tempestad.
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