Tratas de figurarte, entonces, que tienes 25 años, que cambias a menudo de vino, que eres infiel, que apostatas y que te largas a otra parte, sin rumbo. Cavilas que si hubieras hecho todo eso hubieras sido feliz. Pero en realidad, a los 25, te aficionaste a un solo vino, te echaste una novia con la que, al poco, te desposaste, dejaste las prácticas religiosas pero sin descreer del llamado dios y tus viajes fueron solo turísticos, rebañegos. Y así has pasado otros 25 años.
Cuando se aproxima, cada otoño, el Día de Todos los Santos, te das cuenta de que aun tienes que empezar a vivir de verdad. Necesitas degustar el caos antes de que sea demasiado tarde… pero qué tremenda flojera te entra cuando lo imaginas. Tal vez… tal vez cuando llegue la primavera.
El caos promete vida y aventura, pero hay que tener arrestos para adentrarse en él.
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